La buscadora de perlas by Jeff Talarigo

La buscadora de perlas by Jeff Talarigo

autor:Jeff Talarigo
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Psicológico, Realista
publicado: 2005-06-09T22:00:00+00:00


Tres meses después de casarse, la señora Matsu la aborda durante su guardia nocturna.

—Sé que trabaja en la Clínica B y lo que hacen allí. Estoy embarazada y necesito su ayuda —le susurra al oído.

—¿Qué quiere que haga?

—Nada. Necesito que no diga nada.

—Nunca le permitirán tener el bebé. Además, yo no tengo voz ni voto.

—Si no lo saben no podrán quitármelo.

La señora Matsu la mira directamente a los ojos; la luz de la lámpara de queroseno arroja su enorme sombra sobre la pared que hay a su espalda.

—Yo nunca les diría nada. Odio lo que hacen, pero no tengo otra alternativa. Ellos me han asignado ese puesto.

—Lo siento, no quería ofenderla. Sé que no es culpa suya.

—No pasa nada. Pero que el embarazo esté muy avanzado no quiere decir que no le hagan abortar igualmente, señora Matsu.

—Pero si consigo dar a luz, quizá pueda quedarme el bebé.

—Han hecho abortos en el sexto e incluso en el séptimo mes.

—Estoy dispuesta a correr el riesgo. Necesito que me ayude a ocultarlo.

—Durante un mes o dos no creo que sea difícil, pero a partir de los cinco meses, será casi imposible.

Ella recuerda que en la isla de Shodo, algunas embarazadas llevaban un amplio obi [9] para apretarse el estómago con fuerza, y no se les notaba que estaban embarazadas si uno no se fijaba mucho. Entre la señora Matsu y ella hacen un obi más ancho y consiguen ocultar el embarazo incluso hasta el sexto mes. Les ayuda el hecho de que la señora Matsu no haya sido nunca una persona aficionada a salir mucho al exterior, ya que trabaja en su habitación cosiendo los forros de algodón de los uniformes acolchados que llevan en invierno.

Antes de dejar la habitación cada mañana, ella comprueba el estado de la señora Matsu que, a pesar de sentirse débil, se ve resplandeciente, como no ha visto nunca a nadie, ni siquiera en la isla de Shodo. Es la señora Matsu la que la ayuda a soportar la jornada en la clínica, sobre todo los días en que hay una paciente sobre la camilla y ella tiene que tirar una bolsa a la basura. En los peores momentos, piensa en volver a su habitación por la noche, cuando solo encontrará una lámpara de queroseno encendida, y en que las seis mujeres se apiñarán alrededor de su secreto para tocar el abultado vientre. Es como la piel de un tambor taiko, dice una de ellas, y todas se echan a reír y recuestan la cabeza en el vientre para notar las patadas del bebé, para oír los sonidos del interior.



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